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Mostrando las entradas etiquetadas como Relatos del otro lado

Charlie Crews

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A Charlie Crews le gustan las ventanas. Amplias. Luminosas. Durante los últimos diez años de su vida, la única “ventana” de la que había disfrutado se encontraba en la puerta metálica y gris de su diminuto cuarto en la prisión estatal de Pelican Bay. Esa ventana, de poco más de un palmo de largo, por otro palmo y medio de alto, estaba atravesada por cuatro barrotes oxidados. Desde ella sólo se podía contemplar una puerta igual a la suya, gris y metálica, con el mismo agujero haciendo de ventana, los mismos cuatro barrotes oxidados, y una cara igual de gris mirando a través de ella. Habían sido muy duros aquellos 10 años en aquella celda odiosa de Pelican Bay. El tiempo, que pasaba a la velocidad de la deriva continental dentro de sus muros, se teñía del gris de sus paredes, del techo, del suelo. Incluso las sábanas del catre, incómodo y deformado por la estancia de otros inquilinos, eran de color gris macilento. El inodoro, en comparación con el entorno, parecía una delicada taza de po...

Padre

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- Entonces metió todos los animales en su gran barca, como Dios le había indicado, y esperó paciente. Desde el suelo todos le llamaban loco, se mofaban de su osadía e incluso le arrojaban piedras y basuras. Pero él no se amilanaba, y pasaba los días y las noches en la cubierta esperando que apareciera alguna nube negra. ¿Entiendes? - Sí padre. - Pero nada. Por más que escrutaba el horizonte no aparecía ninguna nube negra. Su esposa y sus hijos empezaron a temer que Noé estuviera equivocado, que Dios no le había hablado de un diluvio universal. Igual ni siquiera le había ordenado hacer un “arca” ni nada parecido y todos aquello tablones fueran para una “casa”. Pero Noé era grande y mantuvo su fe en el Señor. ¿Entiendes? - Sí padre. El padre, el hijo y la mula subían penosamente la empinada carretera bajo un sol blanco como la cal. La melena canosa del hombre relucía como una corona plateada. El niño, que caminaba con un bastón y apenas conseguía seguir el ritmo del adulto, m...

YO HE TOMADO EL CONTROL

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Aquella maquina no era como las demás. Tenía un ordenador cuántico instalado como eje principal de su funcionamiento. Los ordenadores cuánticos almacenan la información en forma de qubits, que son estados cuánticos que representan unos y ceros En un ordenador cuántico el cero y el uno podrían corresponder al estado del spin de un átomo o un electrón. Lo extraordinario es que el átomo puede encontrarse en una superposición de ambos estados, es decir, se encuentra en situación 0 y 1 a la vez... lo que daba lugar a diferentes estados, por lo que su velocidad de cálculo era incontable y su capacidad de memoria pasaba de los 1000 yottabytes. Para la conexión a la red se le había conectado cincuenta fibras ópticas que desarrollaban cada una velocidades de hasta 50.000 Gigabits. Estaba programado como buscador de forma que cuando solicitabas o él mismo solicitaba una información, la contrastaba hasta concluir en la información más exacta de lo conocido. Era capaz de encontrar los algoritmos...

Ingeniería emocional: La escribidora

Caminaba despacio, a pasos cortos, por el estrecho y oscuro pasillo. El papel desconchado de la pared, verde dólar, se cernía amenazador desde el alto techo de escayola. "Maldita sea, maldita sea" murmuraba mientras con las manos buscaba el marco de la puerta. Tenía los ojos cerrados, el pelo canoso y cardado y llevaba un vestido gris con flores marrones. Su rostro, ajado y arrugado, estaba pálido. Paró súbitamente. Era Goldy "la escribidora ". Había nacido un día cualquiera de hacía ya demasiados años. Loca, loca, loca de atar, había vivido los primeros años de su vida en internados, hospitales psiquiátricos y manicomios. Un día consiguió huir y se encerró en aquella casa pequeña y oscura. Como el nido de una araña, fue tejiendo una red de oscuridad a su alrededor y se aisló del mundo. Encerrada en aquella cárcel, podía recorrerla con los ojos cerrados. “Maldita, maldita sea” murmuraba. Nadie escuchaba sus maldiciones. Los únicos que sabían de ella eran...

Is there anybody out there?

Entró en la primera torre buscando al Guardian del Tiempo. El vestíbulo permanecía intacto. Pero sólo encontró oscuridad y silencio, roto únicamente por el zumbido de una lámpara. Las paredes, con las marcas indelebles de la Memoria, pronto pasarían a mejor vida. Los últimos 25 vecinos resistían amotinados en las demas torres de Alexandra Street, mientras el guardian del tiempo acababa con ellos. Y poco después los explosivos del equipo de demolición. ------------------------------------------------------------------------------------------------- Esto es un proyecto de mi amigo Imanol . A mí me ha parecido curioso y la música buenísima. Para un ingeniero informático no está nada mal. Es un proyecto para la Universidad de Dundee. Ellos lo llaman Information Design Project .

Al respirar

El naranja pintaba los muros de hormigón de la universidad. El cielo, rosa como la piel de un bebé, se intuía por las altas y estrechas ventanas. El trajín de los alumnos entrando y saliendo de clase sonaba lejano. Se preguntó qué tipo de sordera padecía para oír siempre todo en murmullos y sonidos amortiguados. Quién era él aparte de cuatro líneas en una pantalla, en una frágil hoja de papel. Su vida, tópica del adolescente sensible e inteligente, era carnaza de relato sin principio ni final. Sólo lo que una mente perturbada quisiera ir contando. Al respirar, sin embargo, se sentía vivo. No le gustaba las cadenas oníricas que encerraba aquella luz naranja. Quería padecer con el resto de la gente la brutal realidad. Cambiar sus cadenas de sueños y vigilias en ninguna parte por las ligaduras lacerantes de la rutina. Y respirar, tan fuerte, que se rompiera el aire. Mientras el naranja pasaba al magenta, el tiempo se quebró en un segundo, metiendo el fantasma y lo real en el mismo espacio...

Morir matando

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http://www.flickr.com/photos/imaginario/717406171/ Conducía deprisa mientras las balas impactaban en la carrocería del coche. Ella miró sus manos manchadas de sangre y sintió una punzada de dolor. - ¿Por qué lo hiciste? Él no la hacía caso y sacaba el máximo rendimiento al exhausto motor. Él también sentía punzadas de dolor y se veía incapaz de mover la pierna derecha. Ésta caía plomiza sobre el pedal del acelerador. - ¿Sabes? Él me enseñó todo lo que sé. Pero sobre todo dos cosas. La primera: a matar. Y la segunda, y no por eso menos importante... - miró a la mujer mientras una lágrima asomaba por el rabillo de su ojo izquierdo - y la segunda, a morir matando. Un instante después la luz cegó todos sus sentidos y ni siquiera se dijeron adiós.

Olor a jabón

"Si después de follar una tía todo te huele a jabón, es que has tocado fondo". Esa fue la reflexión de las 19:34 de aquel aciago martes cualquiera. Corría entre los jardines de un barrio residencial perseguido por un jodido héroe, uno de esos tipos pestilentes cuyas vidas aburridas y anodinas se ven recompensadas con aventuras de este tipo. El pobre gilipollas no sabía que yo tenía una experiencia envidiable en huidas, fruto de un insuperable afán de supervivencia. Si yo no había acabado conmigo, nadie lo haría.  Dos manzanas mas allá me permití bajar el ritmo. El papanatas se había cansado de su momento de heroicidad y ya habría vuelto a saquear los restos que mi delirio delictivo habían dejado. Sólo a mí me entra un pronto sexual a las siete de la tarde de una tarde gris de verano. Posiblemente debería haber ido a casa y haberme desahogado mirando porno en Internet. O haber pagado una puta, o yo qué sé. A lo mejor haberla invitado a tomar un café, como hace la gente no...