Ingeniería emocional

Sentado sobre una silla azul miraba encorvado la pantalla del ordenador. A su lado el Prototipo palpitaba lentamente. Un zumbido constante salía del ventilador situado sobre la mesa de proyectos. Con el gesto cansado, la cabeza sobre su mano, suspiró lentamente. Sentía la vibración del ordenador, de la mesa, del mundo. Con un largo bostezo pulso intro y pestañeó lentamente. Giró su dolorido cuello y miró alrededor. Estaba solo en el laboratorio.
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Mientras hordas y más hordas de números asaltaban la pantalla de la computadora se incorporó lentamente. Su bata blanca, arrugada y sucia, olía a café barato y sudor. Se quitó las gafas y se frotó cansadamente las marcas de la nariz. Volvió a girar su cuello, añadiendo el ruido de sus tabas al del ventilador. Durante unos instantes se sintió mareado, sin poder enfocar la mirada. Cuando lo consiguió, el Prototipo palpitaba lentamente delante de sus pupilas. Se frotó los ojos, la cara y el cuello. Con cuidado desconectó el cable que le unía a la maquina y se marchó.
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Los pasillos de la universidad estaban plagados de silencio y polvo. Entró en su diminuto despacho y se quitó la bata. Buscó su reflejo en el cristal de la ventana, pero ésta le devolvió una imagen del atardecer pixelado. Se pusó la chaqueta y se conectó al sistema de confort de la misma. Una imperceptible vibración dejó la chaqueta planchada y adaptada a su fisonomía. Estornudó violentamente y se limpió la mano en la bata, que reposaba sucia sobre la silla. Volvió a buscarse en la ventana. Anochecía.
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Salió de la universidad y entró en su coche. La calle estaba desierta, mientras las primeras farolas parpadeaban a la oscuridad de la noche. Se conectó al navegador y fijó en la pantalla del gps las coordenadas. El asiento se adaptó para darle confort y empezó a sonar una música relajante. En la pantalla frontal empezaron a salir noticias, programas de televisión y juegos de diversa índole. Mientras el coche se deslizaba por la carretera del campus, seleccionó con la mirada una noticia de un periódico local.
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"Un profesor es encontrado en coma profundo en un laboratorio de la Universidad de Utumno. El profesor doctor Mario Lombart fue encontrado por uno de sus ayudantes en estado catatónico en su laboratorio de la Universidad de Utumno. Al parecer había estado trabajando toda la noche en un proyecto del departamento de Ingeniería Emocional. Tras varias paradas cardíacas los sanitarios del centro consiguieron estabilizar sus constantes vitales, hasta que un ataque general del sistema nervioso le indujo un coma profundo. Las autoridades sanitarias creen muy probable que el cerebro se haye extremadamente dañado.
Aunque desde el centro académico han afirmado que se trata de un desagradable acontecimiento natural, la policía de Utumno ha abierto una investigación para esclarecer los hechos. Al parecer en el mismo laboratorio donde el profesor Lombart padeció su ataque se encontraron elementos orgánicos y mecánicos de orígen por determinar. También fuentes extraoficiales han comentado que el profesor tenía "cables" y "extraños agujeros" sobresaliendo de la bata, pero esto no se ha podido corroborar.
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La comunidad educativa está conmocionada..."
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Mario Lombart perdió su mirada fuera de la ventanilla del coche. La noche cada vez era más oscura y la carretera se perdía entre los árboles del campus. Justo antes de dejar atrás el tramo alumbrado por las somnolientas farolas sonó el teléfono móvil del profesor dentro del bolsillo de su chaqueta. Era un número desconocido. Lombart miró al frente y sonrió.
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- ¿Diga?
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El coche desapareció en las sombras del bosque.

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