Incandescente


Recogió lo que quedaba de su dignidad, despedazada en diminutos fragmentos de papel por el suelo, e intentó salir con la cabeza alta. Es difícil hacerlo cuando toda tu miseria ha quedado al descubierto, expuesta delante de los lobos y las hienas que pululan en busca de carne fresca. No sólo había sido víctima de su ingenuidad, también había cometido el error de confiarla a quien no debía. Acababa de descubrir que siempre estamos a un paso de un nuevo desastre, por muy abajo que hayamos creído llegar. Reprimió un sollozo cuando la luz del sol golpeó sus ojos, y con un gesto patético y dulce, se limpió un lágrima que amenazaba con surcar en solitario una de sus mejillas.

La calle, abarrotada de gente, ignoró al pequeño, diminuto, drama que le rondaba, y vibraba bulliciosa. El olor a cerveza y vino barato se mezclaba con el de la orina y el aceite refrito. Los colores se mezclaban frenéticos mientras torrentes de personas se cruzaban en un baile asíncrono e imposible. Todo el mundo iba contra corriente en una marabunta que bebía, bailaba y discutía entre continuas explosiones de alegría. "Ok" pensó para sus adentros. Relajó sus extremidades, guardó lo que quedaba de su amor propio en un pequeño zurrón, y aguantando la respiración, se lanzó a la calle.

"¿Dónde estás? Te estamos esperando en..." "No mientas, estaban en el mismo sitio cuando ellos preguntaron sobre todo lo que pasó ese día..." "Jajajajaja" "Tía, me he roto el pie, de verdad tía, tía, tía..." "¿Le has dado un toque? Menuda... la vas a gozar..." "Y el jefe se puso farruco..." "Mira el wassap, te ha mandado una foto..." "¡Artista!" "La semiótica es una cosa muy seria..." "Míster, dónde guardas la china..." "Otra vez..." "Puto camión..." "Ah..." "Tú..." Tu..." "¡Ahí!" "Y todo tan lejos..." "...y reconoció..." "eh..." "Tu pie tiene mala pinta tía" "Qué te parece, eh, eh" "La rehostia, siempre igual, joder..." "Gilipollas" "Considero que el capote está muy sobrevalorado" "¿Guarri? Te pican las tetas o qué, ven pa'cá" "qué pasará... qué misterio habrá... puede ser mi gran noche" "Damelé un pitillico".

Estar allí en medio podía resultar electrizante. Como un turista que contempla absorto una maravilla arquitectónica, se quedó suspendido en medio de la corriente de aquel río de gente atareada en llegar a algún sitio concreto que, aparentemente, parecía estar en ninguna parte. Aquel caos le confundía, pero también se llevaba sus pensamientos y lo sumergía en su estruendo, donde se sentía a salvo. Por desgracia, tras unos instantes de indecisión del universo, sus pasos volvieron a moverse al ritmo apresurado que lo rodeaba, y se dejó arrastrar por la espiral de locura que lo llamaba. 

Delante un par de chicos hablaban demasiado alto, sin darse cuenta, para hacerse oír entre el estruendo. "Estaba en la puerta" "No lo pienses, hoy no" "Sólo he dicho que estaba en la puerta" "¿Y?" "Pues eso, estaba allí" "Bueno, ya vamos a otro lado" "A mí me da igual" "Vale, pero vamos a otro lado" "La verdad es que no me apetecía entrar" "Bueno" "Joder, me resulta incómodo" "Ya" "Ahora no me toques las pelotas" "Yo no he dicho nada" "Ya bueno, pero no dices muchas cosas" "Eres lo puto peor".

Detrás una pareja guiaba al grupo de amigas de ella. "Cómo va..." "Jajaja, no la podemos sacar" "Pero yo creo que está jodida jodida" "Oye, id más despacio, que se ha parado a hablar" "Hemos quedado y ya llegamos tarde" "Que vaya él solo" "Bueno, parece que viene luego" "Oye, y a dónde vamos..." "Es un capullo" "¿Qué ha dicho...?" "Jajaja" "Oye, ayudadme con..." "Voy" "¿Por qué no pasamos por el...?" "Me ha escrito, que no la esperemos" "No lo hemos hecho" "...pullo" "Vamos enana, estamos al lado".

De repente un sonido rítmico le sacudió, sacándolo de ambas conversaciones y apartándolo de la corriente principal. En el interior de un local había una música que no había escuchado antes, pero que hacía enmudecer a la baraúnda de la calle. Dubitativo dirigió sus pasos hacia allí, y observó que el bar parecía completamente vacío, aunque había gente dentro. La luz era oscura, en un tono intermedio entre el azul oscuro y el rojo incandescente. El ritmo vibrante y lento parecía enredarse con otro acelerado y meloso. Había un ambiente tóxico y adictivo que tiraba de él hacia el interior.

Antes de que pudiese darse cuenta estaba en medio de un montón de gente entregada al baile. Sintió el calor de sus cuerpos acariciarle como una lengua empalagosa, y el olor a colonia danzaba en un frenesí aromático con el intenso olor a sudor. Él también bailaba, él también sudaba, él también se entregaba a aquella danza tribal. Sintió el deseo fluir por su cuerpo, y empezó a buscar con la mirada algo que satisficiera aquel impulso primitivo. Las luces se mezclaban espesas dentro de aquel local permanentemente agitado por el ritmo enfermizo y adictivo de la música. "¿Qué está pasando?" se preguntó.

Y entonces la encontró. Estaba hecha de luz intensa y caliente, y supo en aquel instante que la música provenía de ella. Ella era la música. Esquivando como pudo los vórtices danzantes que se movían enloquecidos a su alrededor, se dirigió a ella. Sus facciones eran cambiantes, con los ojos abiertos y cerrados constantemente en una expresión de éxtasis. Su boca sonreía taimada mostrando los dientes, a la vez que se mantenía abierta en una perpetua exhalación de placer. Sus dos brazos, o los cuatro, o los seis, se mecían desinhibidos hacia todas las direcciones sincronizados perfectamente con el ritmo que surgía de aquella criatura. Sus piernas interminables invitaban a recorrerlas de forma incansable mientras se acompasaban a los brazos y a las caderas de puro fuego.

"¿Una rosa?" dijo él ofreciéndole una rosa de plástico que sacó del ramo que guardaba en su zurrón. Ella se giró entonces hacia él y la rosa se convirtió en un burbujeante fluido plástico. "¿De verdad?" dijo ella y lo miró divertida y lujuriosa mientras lo invitaba con su mano a la barra. "Tienes un aspecto terrible" prosiguió. Un par de copas finísimas y rebosantes de chispas aparecieron a su lado. "Realmente el tiempo te ha sentado fatal, das auténtica lástima". Ella reía mientras sus labios acariciaban la bebida chispeante y sus ojos relampagueaban alumbrando pecados para los que no tenemos nombre. 

"Bueno, son rachas, ya sabes" contestó él encogiendo los hombros. Miró sus ropas viejas y desgastadas: su cazadora gris y sus pantalones de pana; su palestino sucio y sudado que le envolvía el cuello. Observó sus manos hinchadas y arrugadas, con uñas gordas y sucias; sus botas raídas y malolientes. Sus ojos titilaron con la visita de dos lágrimas, pero ella le agarró grácilmente la barba y levantó su mirada. "No seas más patético todavía encanto" le susurró con dulzura. "Eso es, son rachas, unas veces se gana, y otras, sencillamente no. Bebe". 

Con un movimiento de sus pestañas, él no pudo evitar acercarse la copa a sus labios y beber un largo trago. "¿Mi tiempo ha pasado?" preguntó. "No lo sé, pero supongo que no. Eres inmortal y eterno, incluso con ese aspecto tan monstruoso. Las mayores gestas se han hecho en tu nombre, has inspirado lo mejor y lo peor de los estúpidos mortales. Simplemente quieren pasarlo bien, y digamos que tú, ahora, eres aburrido". Él tomo otro sorbo y las chispas le produjeron un leve mareo que pareció embotar sus sentidos. "Antes siempre íbamos juntos" dijo mientras perdía su mirada en el fuego que danzaba en el interior de los de ella. "Lo sé cariño, pero me cansé de ser la mala". Durante un instante se quedaron bebiendo en silencio, quietos uno al lado del otro.

"Lo siento, pero debes marcharte" dijo ella al fin delicadamente mientras lo acompañaba hacia la puerta. "La naturaleza del hombre es demasiado errática para tolerar tus ideales cuadriculados, y si no te rechazaron antes fue porque yo estaba contigo. Pero tenía que tolerar toda aquella mierda del pecado, ser juzgada como algo accesorio y prescindible..." hizo una pausa mientras salían por la puerta y lo miró con ternura. Durante un instante se transformó en una chica joven de ojos grandes y pelo despeinado a la que la luz del sol arrancaba reflejos de fuego. "Siempre habrá idealistas, pero el resto, al final, me prefirió a mí".

La vio entrar contorneando su cuerpo de lava mientras el ritmo tóxico ascendía e inundaba la calle entera. Con gesto resignado rebuscó en su zurrón y sacó un ramo de rosas de plástico. "Nunca debí abandonar el arco y las flechas" pensó tristemente con una media sonrisa amarga, sumergiéndose una vez más en las arterias pulsantes de la ciudad.

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