Ingeniería emocional (I)

El inspector Abraham Galés miró la habitación. El laboratorio de Ingeniería Emocional de la Universidad de Utumno era un lugar polvoriento y oscuro, alumbrado de manera ocasional por los flashes de la policía científica. Sospechaba la razón por la qué habían enviado a su equipo a investigar el caso de Mario Lombart. Desde el centro académico afirmaban que se trataba de un desgraciado accidente debido al estrés y el ritmo de vida de Lombart. Pero eso sólo era un detalle sin importancia. En aquel escenario había muchas cosas que no cuadraban.
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En primer lugar el hecho de que en el minúsculo laboratorio hubiese cuatro personas de la policía científica buscando huellas, sacando fotos y llenando todo cartelitos y manchas de polvo de detección de huellas. En segundo lugar, la presencia de miembros de Seguridad Nacional con pesados abrigos grises y miradas vacías que rondaban por allí supervisando todo el trabajo. Y en tercer lugar, y no por eso menos importante, la total ausencia de hechos investigables. Antes de la llegada de la policía habían desaparecido ordenadores y otros objetos del escenario.
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Galés no era un gran policía. Lo sabía con certeza meridiana. Sin embargo parecía ser el único que se había percatado de los cables sueltos y las huellas que habían dejado varios objetos en el polvo de las mesas de proyectos. Desde aquel instante supo que estaban allí para representar una investigación, como los "abrigos grises" y la científica.
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-Abraham, nada de nada- le corroboró una voz a su espalda. Era el subinspector Juan Nadie, un hombre bajito y rubio con un gran bigote. Sus pantalones vaqueros de pitillo y su gastada cazadora marrón le daban un toque callejero que inspiraba cierto desagrado. De hábitos nocturnos y vicios inconfesables, la única persona que se fiaba del personaje era Abraham Galés.
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-De acuerdo Juan. Ve a buscar a Ghusa y volvamos a la central.
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El subinspector Ghusa Bateu era el hijo de un japonés millonario y una prostituta de Utumno. Serio y diligente, era el agente más prometedor del equipo de Galés, aunque su carácter era difícil. Muy difícil. Hacía un par de semanas había detenido e interrogado a un menor para solucionar un caso. En el expediente de Asuntos Internos en vez de "interrogatorio" ponía "tortura". Cuando Galés le informó de la sanción no hizo ningún comentario, acató la decisión y pagó la multa. El niño y su familia, por otro lado, se mudaron a una ciudad vecina un par de días después. El aseguró no haber tenido nada que ver.
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Ghusa Bateu miraba pensativo por la ventanilla del coche de vuelta a la central mientras escuchaba a Nadie quejarse de los problemas del embrague del automóvil. Galés, que resoplaba mientras jugaba con su móvil en el asiento de atrás, había pedido cambiar de transporte debido a los achaques del vehículo. Había sido hacía un par de años y parecía que nadie se acordaba. Nadie tomaba muy en serio a la Unidad de Crímenes Improbables.
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La "Unidad" había sido montada por el Cuerpo de Policía de Utumno para desatenderse de los casos "problemáticos". O sea, los casos que requerían un archivo rápido y conclusiones insatisfactorias. Salvo el tesón y la juventud de Ghusa, Galés y Nadie encajaban perfectamente en el perfil. Eran tipos raros que se encontraban en el bando policial por inconsistencias del destino. En el caso de Nadie esto último incluso era dudoso. En el caso de Galés era especial.
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Abraham Galés era hijo de un ingeniero judío y una madre de alquiler de la cual desconocía todo. Había sido educado por su padre, sin haber pisado jamás una escuela. Lector de libros empedernido, adicto a los videojuegos y a las series de televisión, siempre quiso ser inspector de policía. Tras cursar una ingeniería -sin pisar la facultad y en menos de tres años- entró en la academia de policía. Allí pronto se hicieron evidentes sus escasas habilidades sociales, además de una fatal puntería.
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Tras varios intentos por parte de sus instructores de evitar que completara su formación, la fortuna quiso que su puntería se afinara el último año de manera milagrosa. Lo que nadie sabía era la adicción que arrastraría a partir de entonces. Sólo él y un joven recluta de entonces, apodado Doni Nadie, sabía de unas "pastillas mágicas" que ayudaban a su capacidad de concentración. Tras un periodo de prueba en la Unidad de Estupefacientes y Narcóticos, pasó a Tráfico y luego a la Guardia Urbana. En todos aquellos destinos no obtuvo ni una sola detención, ni un sólo caso resuelto.
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Ahora había vuelto a coincidir con Doni Nadie en la Unidad de Crímenes Improbables, y la cosa marchaba bien. Milagrosamente habían cerrado más casos durante 5 años ahí que en toda su carrera. Muchos de ellos eran gracias a Ghusa Bateu, que había llegado a la Unidad para vigilar los desmanes de Galés y Nadie. Ahora el inspector y el subinspector tenían que vigilar a Bateu la mayoría de las veces.
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Y es que, salvo el accidente de hacía un par de semanas con el chico aquel, las cosas les sonreían. Desde el comienzo del año 2 casos habían sido resueltos con solvencia, y otra docena habían resultado improbables: esto es, no había caso. Posiblemente el tema de Mario Lombart, tras la "investigación oficial", quedase archivado como improbable. Así lo deseaban Nadie y Galés, acostumbrados a esos chanchullos. Pero Ghusa Bateu hizo la pregunta.
-Inspector Galés, ¿dónde están las cosas que faltaban del escenario del crimen?- preguntó mientras continuaba mirando por la ventanilla del coche.
-¿Cómo voy a saberlo Ghusa? Estarán en algún almacén, se las habrán llevado a mantenimiento, yo qué se...- contestó Galés airado mientras intentaba volver a concentrarse en su juego.
-Deberíamos preguntar, ¿no cree?- Replicó el subinspector.
-Cómo... ¿a quién? Serán cosas de la universidad, irrelevantes para la investigación. Igual los tienen ya en la Científica o los de Seguridad Nacional- contestó duditativo Galés.
-¿Seguridad Nacional? Tú has visto muchas pelis chaval...- Aportó Nadie demostrando sus dotes de observación.
-Yo he hecho algunas preguntas...- continuó Bateu.
-No me jodas... ¿era un estudiante?- comenzó Nadie, que peleaba con el embrague.
-Cállate Nadie... ¿Qué y a quién has preguntado?- Galés no miraba el móvil que emitía pequeños sonidos de derrota.
-Oh, a nadie, no se preocupe Inspector. Pero tengo la dirección en donde se encuentran los objetos sustraídos- dijo el subinspector sin dejar de mirar por la ventanilla.
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Abraham Galés vio la cara sonriente de rasgos orientales de Bateu en el reflejo del cristal. Posiblemente ahora deberían ir a algún sitio en el que abundarían las pruebas. Prefirió no preguntar cómo había obtenido la información, sería lo mejor. Tras examinar la dirección que le pasó el subinspector, se la pasó a Nadie para que la introdujera en el Navegador, el gps de la policía. Nadie soltó un taco. En la pantalla parpadeaba un mensaje:
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"Match not found"

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