Síndrome
Hay algo peor que no poder domir, despertar dentro de un ataud invisible que no quieres abandonar. El cuerpo toma la consistencia de una roca forrada en plomo, los párpados se quedan pegados y la mente pasa a un contínuo fundido en negro. Aunque al principio es una sensación confortable, de repente despiertas en un sitio ajeno y hostil, totalmente distinto al mundo en el que estabas antes. Vértigo, ausencia, vacío, y muchas veces, asfixia. Siempre se tarda varios segundos en reconocer la habitación, la cama, el propio mundo en el que te acostaste. Tu cuerpo se siente agarrotado, la mente embotada y la garganta completamente seca. Judas se sentía así cada mañana desde que cumplió los 3 años, aunque él no lo sabía entonces. Entonces le aterraba irse a la cama porque sabía que cuando se durmiese, instantáneamente, volvería a resucitar al día siguiente. Era un síndrome desconocido que había desconcertado tanto a los médicos como a sus padres. Habían probado todo tipo de medicamentos