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Luz

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Durante un instante surcó la luz a lomos de una partícula de polvo, perdido en los vértigos y remolinos que generaba la misma naturaleza del aire. Diminuto, compartió el tiempo con los rayos del sol perezosos, que le señalaban en su trepidante viaje y le hacían brillar. Era agradable huir de la dictadura de la gravedad, olvidar la densidad y el peso exacto de las cosas, no distinguir su color y su textura. Tan sólo dejarse llevar por las fluctuaciones de su montura, resolver la contingencia de los lados y buscar el siguiente salto al vacío. Un instante en el mundo diminuto puede ser una vida. Cuanto más pequeño, el tiempo es más breve, pero puede ser más largo. La duración de un momento es una percepción subjetiva, pero un átomo cuando se desintegra no tiene una percepción subjetiva de cuánto supone eso. Mientras pululaba en su partícula de polvo entre los rayos del sol imaginó empequeñecer aún más, agarrarse a un puñado de fotones y atravesar las moléculas para agarrarse al

Terapia

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"Pase, adelante" Entró en la habitación y se sintió desubicado. No se lo había imaginado así. "Eh... hola, soy J" "Lo sé J, le estaba esperando" Era una habitación perfectamente cuadrada, similar a un cubo. Las paredes eran blancas y el suelo de parqué sencillo. La única fuente de luz era una ventana, también cuadrada, con unas cortinas blancas que sólo dejaban pasar la luz; no se podía adivinar el paisaje que había detrás. El único mobiliario era una mesa de madera oscura y un par de sillas de plástico negro. En la que estaba al otro lado de la mesa estaba el terapeuta, que le mostraba sonriente un cuaderno en el que ponía "AGENDA" con mayúsculas. En la silla que tenía más próxima habían puesto un trozo de folio con su nombre, "J".  "Siéntate, por favor" J se aproximó y se sentó en la silla mientras el terapeuta dejaba la agenda en la mesa y le observaba sin dejar de sonreír.  "No es lo

Kamikaze

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Newton, fascinado por la naturaleza de la luz, determinó mediante un sencillo experimento que los rayos del sol estaban compuestos de siete colores: el rojo, el naranja, el verde, el azul, el añil y el violeta. Sin embargo, en aquella explanada la luz palpitaba nebulosa y oscura, vaciada de todo su color. Allí, tendido en un charco de sangre, el maestro sentía con precisión agónica las cuencas de sus ojos, y el pulsante dolor que recorría su cuerpo parsimoniosamente conectaba con sus sienes; hacía vibrar sus cejas, sus carrillos, su cara entera. Su perfil izquierdo reposaba contra el suelo, mientras el resto del cuerpo temblaba desmadejado en todas direcciones. "Rojo. Naranja. Verde. Azul. Añil. Violeta". Las pequeñas mutilaciones, las fracturas y los cortes poco a poco dejaron de importar, mientras una certeza emergía entre la bruma: no recordaba los colores. Y no los volvería a ver. Lentamente,  como un desafío a la existencia misma, fue moviendo sus huesos rotos h

Incandescente

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Recogió lo que quedaba de su dignidad, despedazada en diminutos fragmentos de papel por el suelo, e intentó salir con la cabeza alta. Es difícil hacerlo cuando toda tu miseria ha quedado al descubierto, expuesta delante de los lobos y las hienas que pululan en busca de carne fresca. No sólo había sido víctima de su ingenuidad, también había cometido el error de confiarla a quien no debía. Acababa de descubrir que siempre estamos a un paso de un nuevo desastre, por muy abajo que hayamos creído llegar. Reprimió un sollozo cuando la luz del sol golpeó sus ojos, y con un gesto patético y dulce, se limpió un lágrima que amenazaba con surcar en solitario una de sus mejillas. La calle, abarrotada de gente, ignoró al pequeño, diminuto, drama que le rondaba, y vibraba bulliciosa. El olor a cerveza y vino barato se mezclaba con el de la orina y el aceite refrito. Los colores se mezclaban frenéticos mientras torrentes de personas se cruzaban en un baile asíncrono e imposible. Todo el mun