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Mostrando entradas de marzo, 2009

Is there anybody out there?

Entró en la primera torre buscando al Guardian del Tiempo. El vestíbulo permanecía intacto. Pero sólo encontró oscuridad y silencio, roto únicamente por el zumbido de una lámpara. Las paredes, con las marcas indelebles de la Memoria, pronto pasarían a mejor vida. Los últimos 25 vecinos resistían amotinados en las demas torres de Alexandra Street, mientras el guardian del tiempo acababa con ellos. Y poco después los explosivos del equipo de demolición. ------------------------------------------------------------------------------------------------- Esto es un proyecto de mi amigo Imanol . A mí me ha parecido curioso y la música buenísima. Para un ingeniero informático no está nada mal. Es un proyecto para la Universidad de Dundee. Ellos lo llaman Information Design Project .

Al respirar

El naranja pintaba los muros de hormigón de la universidad. El cielo, rosa como la piel de un bebé, se intuía por las altas y estrechas ventanas. El trajín de los alumnos entrando y saliendo de clase sonaba lejano. Se preguntó qué tipo de sordera padecía para oír siempre todo en murmullos y sonidos amortiguados. Quién era él aparte de cuatro líneas en una pantalla, en una frágil hoja de papel. Su vida, tópica del adolescente sensible e inteligente, era carnaza de relato sin principio ni final. Sólo lo que una mente perturbada quisiera ir contando. Al respirar, sin embargo, se sentía vivo. No le gustaba las cadenas oníricas que encerraba aquella luz naranja. Quería padecer con el resto de la gente la brutal realidad. Cambiar sus cadenas de sueños y vigilias en ninguna parte por las ligaduras lacerantes de la rutina. Y respirar, tan fuerte, que se rompiera el aire. Mientras el naranja pasaba al magenta, el tiempo se quebró en un segundo, metiendo el fantasma y lo real en el mismo espacio

Morir matando

Imagen
http://www.flickr.com/photos/imaginario/717406171/ Conducía deprisa mientras las balas impactaban en la carrocería del coche. Ella miró sus manos manchadas de sangre y sintió una punzada de dolor. - ¿Por qué lo hiciste? Él no la hacía caso y sacaba el máximo rendimiento al exhausto motor. Él también sentía punzadas de dolor y se veía incapaz de mover la pierna derecha. Ésta caía plomiza sobre el pedal del acelerador. - ¿Sabes? Él me enseñó todo lo que sé. Pero sobre todo dos cosas. La primera: a matar. Y la segunda, y no por eso menos importante... - miró a la mujer mientras una lágrima asomaba por el rabillo de su ojo izquierdo - y la segunda, a morir matando. Un instante después la luz cegó todos sus sentidos y ni siquiera se dijeron adiós.