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Mostrando entradas de enero, 2009

La luz del sol

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Había una vez un gigante que lloraba lágrimas de sangre y era tan tan grande Que nos robó la luz del sol Y vino aquí a la vereda pidiéndonos un favor que acabáramos con su miseria, Nos pidió una gran canción de amor Y yo, le dije que no Que devolviera la luz del sol El gigante se mofó Su cabello sería su prisión El Astro Rey se marchó y con él todo su calor la escarcha nos rodeó Y el gigante comprendió su error Y ahora viene conmigo / buscamos el perdón del Dios El quiere un alma nueva / para poder sentir dolor Y yo una canción para poder llamar de vuelta al Sol

La Calle Vaduz (I)

Jonsi era el pequeño de siete hermanos. Todos chicos. Todos malas bestias. Él, sin embargo, era dulce y cariñoso, con una mirada azul y triste. De pequeña estatura, era un superviviente de la Calle Vaduz, muy cerca de la Catedral * de Arkángel. De hecho, el final de la calle daba a un angosto callejón que se cominicaba con el templo-fortaleza. Desde ahí los sacerdotes, una vez a la semana, repartían alimentos, mantas y bienes de primera necesidad. El único requisito para recibirlos era ser menor de 16 años. Por eso Jonsi y sus seis hermanos habían podido vivir medianamente bien. Los otros niños que solían frecuentar la calle vivían medianamente mal, como señalaba la señola Soah. Había hecho de la madre de los pequeños rufianes, aunque no quería a ninguno. Ni si quiera a Jonsi. Le despreciaba y se mofaba de su cara de bobalicón. Él, sencillamente sonreía. Delgada y de rostro afilado, nadie sabía que había sido antes de la guerra. Ni tan siquiera su edad o procedencia. El resto de famili

Síntesis: La vida de Javier

Lara y Patricia volvían a casa después de una noche de marcha. - Ese chico... ¿Te gusta realmente? - Bueno, es como dice papá. Si te enamoras de una persona una noche de borrachera... tendrás dos hijas estupendas, pero tu vida será una mierda. - También es verdad.

Tierra

"Cuando pienso en el borde del mundo imagino cascadas de agua cristalina. Si el mundo se acaba, en algún punto tiene que empezar". Estaba sólo en el mundo, pero eso carecía de importancia. Si Antoine de Saint-Exupery , autor de El principito , hubiese decidido ceder al joven extraterrestre un planeta tan grande para él solo, posiblemente el libro hubiera sido terriblemente aburrido. Pero ahí estaba él y ahí estaba el mundo. Tal para cual. Tenía el vago recuerdo de haber iniciado su viaje un buen día al salir de la piscina. Una triste tarde de verano en la que el sol era especialmente naranja. Con paso decidido decidió echar a andar y el mundo había cambiado. Atrás quedó la ciudad, atrás el bullicio y los hombres. El común de los mortales piensa que si echas a andar de un sitio, tarde o temprano llegas a otro. Pero como advertía David Hume , eso es fruto de la costumbre. En el momento menos oportuno, las leyes de la física se dan un garbeo y te dejan ahí plantado. Es incr

Teología neoliberal

A veces es complicado empezar a contar ciertas historias. Historias que se desarrollan en lugares oscuros, solitarios, lejos de la seguridad que nos ofrece el caparazón de la realidad. Esta historia está lejos de ser comprensible, está lejos de ser historia. Por eso tal vez es tan complicada de ser narrada. Tan sólo puede ser susurrada en cuartos oscuros, en lugares donde el sol nunca irrumpe con su luz, un lugar en el que las células viven al resguardo de la oxidación, lejos de la erosión del viento y del mar. No es una historia de miedo, no es una historia de misterio. Es una historia que transciende de lo que conocemos, para llegar al alma, y como un ladrón silencioso, robárnosla. A veces hay cosas que pasan. Otras cosas tan sólo son contadas. A lo largo de la historia los protagonistas de las historias han sido héroes y villanos, perdedores carismáticos y tristes vencedores. En las historias encontramos personajes clave, llenos de matices, poseedores de una vida y un bagaje. ¿Qu

Año nuevo

Miró pensativo el fondo del horizonte. Hacía frío. Hacía mucho frío. El murmullo de la ciudad quedaba tan lejos que, cuando cerró los ojos, pareció que desaparecía. Sonrió a la nada y ladeó ligeramente la cabeza. Pasó su pierna derecha por encima de la barandilla, todavía con los ojos cerrados, y luego pasó la otra. La suave brisa gélida se arremolinó en su pelo desordenado y cesó. Enseñó los dientes al futuro en una sonrisa cansada y soltó las manos. Durante un segundo el mundo se dio la vuelta y el estómago chocó violentamente contra su diafragma. La sonrisa desapareció y tomó aire. El comienzo del siguiente segundo empezó a flotar mientras la gravedad comenzaba a realizar su trabajo. "Hoy es año nuevo, un año más... un año menos" dijo una voz en su cabeza, lejos, muy lejos. Una mano morena, de dedos largos y delgados, agarró su viejo abrigo. La realidad se volvió estruendosa en su cabeza. En su corazón. Abrió los ojos, y mientras intentaba mantener el equilibrio, se g

Relatos de Arkángel

No soportaba la idea de mirar atrás. Acababa de robar la comida a aquella familia sin ningún escrúpulo. Sus ojos no mostraban arrepentimiento, tan sólo un helado vacío. La sangre, cálida, envolvía su puño descarnado. Y una extraña sensación envolvía su corazón. No, no le daba pena aquella familia. Eran ellos o él. Y él estaba solo. Se movía por la avenida Radezky con paso decidido. Miró su puño, manchado de sangre y pedazos de piel. Probablemente no fuese sangre inocente, no quedaba sangre inocente en la ciudad, no quedaba nada inocente. El recuerdo de los ojos del padre de familia, hinchados y grotescamente abiertos, le hizo apretar el puño. Probablemente estaba muerto. A aquel hombre no le quedaban ganas de ver como moría su familia de hambre. De ver como su mujer se prostituía por las calles de Arkángel. Posiblemente en el último instante de lucidez después de su brutal y repentino ataque, aquel hombre decidió dejarse morir para no ver a su familia cargar con él. Por no soportar la

Olor a jabón

"Si después de follar una tía todo te huele a jabón, es que has tocado fondo". Esa fue la reflexión de las 19:34 de aquel aciago martes cualquiera. Corría entre los jardines de un barrio residencial perseguido por un jodido héroe, uno de esos tipos pestilentes cuyas vidas aburridas y anodinas se ven recompensadas con aventuras de este tipo. El pobre gilipollas no sabía que yo tenía una experiencia envidiable en huidas, fruto de un insuperable afán de supervivencia. Si yo no había acabado conmigo, nadie lo haría.  Dos manzanas mas allá me permití bajar el ritmo. El papanatas se había cansado de su momento de heroicidad y ya habría vuelto a saquear los restos que mi delirio delictivo habían dejado. Sólo a mí me entra un pronto sexual a las siete de la tarde de una tarde gris de verano. Posiblemente debería haber ido a casa y haberme desahogado mirando porno en Internet. O haber pagado una puta, o yo qué sé. A lo mejor haberla invitado a tomar un café, como hace la gente no